Caso de robos con una rubia treintañera que a Montalbano le recuerda a la Angélica del Orlando furioso. A partir de ahí tenemos los diálogos con la novia napolitana, los tembleques y taquicardias, las puñaladas con el forense, las bolas que les mete a todos y la trattoria de Enzo. Más de todo el universo que Camilleri ha construido él solito, sí, pero que siempre degustamos, a caballo entre las risas y la ternura, los incondicionales de este hombre. Y siempre queremos más. 
Recomendación: a seguidores del comisiario Montalbano y a quien quiera pasar un rato de risas y evasión por Sicilia.
NOTA DE PRÉSTAMO: Los tengo todos. 

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