Hacía tres olimpiadas de verano que no leía yo teatro, y eso que tuve una época en la que me puse en modo dramaturgia y podía ser realmente cansina con el género. No había catado a Ibsen y semejante error tenía que subsanarlo a lo grande e ir directamente a por su obra maestra… que es maestra precisamente por haber sido escrita en 1879, casi veinte años antes de acabar el S.XIX. Una mente preclara la de Ibsen. No tuvieron que lloverle mandobles ni nada, semejante reivindicación de la autonomía femenina en tamaña época. Sólo quiero recordar que cien años más tarde de escribir el buen hombre esto mi madre no tenía derecho a abrir una cuenta bancaria si no era con la firma de su marido. No es que hayamos vivido en una casa de muñecas, de muñeca-hija a muñeca-esposa (qué tercer acto, «virgensanta») es que hay machos que todavía se creen jugueteros.
Recomendación: a cualquiera que le guste el teatro y no haya leído a Ibsen todavía. A cualquiera con un poco de curiosidad hacia la historia de las mujeres. Especialmente apto para trabajar en talleres de teatro con la juventud actual.
NOTA DE PRÉSTAMO: La obra y la edición de Nórdica Libros llamaban al consumo a voz en cuello.
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